Marzo 20

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Tenemos miedo a crecer, a mirar con ojos duros y adultos un mundo que da tantas vueltas, muchas, demasiadas, infinitas. Yo tengo miedo a mirar con ojos vacíos un futuro que aún no he tocado, uno que aún no he echo mio. Tenemos miedo a hablar, a gritar como si los pulmones sangraran cada vez que lo hacemos, y entiéndase, que solo por capricho gritamos, una jugarreta de niños, inocente, burda, pero placentera, de esas que vacían el alma, cuando botas tu ultima gota de oxigeno. Tenemos miedo a sentir, ¡Y que me maten ahora si miento! porque todos, el que lee, el que escribe, el que jamas leerá y el que nunca escribió, sabemos, aunque duela, y por Dios que duele, y sin importar que Dios sea el tuyo, el mio, el de nadie, incluso cuando no tengas uno, sabemos verdaderamente, que duele, como piel rasgada del cuerpo a tirones, como clavos ardientes perforadores de carne, como sueños perdidos, así de fuerte duele. Yo tengo miedo a la vida, pero no a esa vida de respirar y morir, tengo miedo a esa vida de correr, a esa vida de suspiros interminables y lagrimas mas grandes que océanos, esa de derrotas, muchas, demasiadas, mas no infinitas, esa vida es mas terrible que cualquier vida que se pueda vivir, no exagero, créanme, pero debo decir, y sin causar alarme, que es la mas linda de vivir, la más emocionante, la única que da placer, placer al alma, placer al cuerpo, esa que al final cuando la vida de respirar y morir este llegando a su fin, quedara en los recuerdos de quienes aún vivan en este mundo que da tantas vueltas, muchas, demasiadas, infinitas, pero que nunca son muchas, ni demasiadas, tampoco infinitas, para quienes solo vamos de paso por este mundo que da tantas vueltas.

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